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Trabajador, buen hijo, sencillo… desaparecido. Así acabaron con los sueños en la era Bermúdez

07/08/2017 - 6:30 pm

Arturo Figueroa Bonastre es uno de los ocho chicos secuestrados por policías estatales en Cardel, Veracruz, en diciembre de 2012. Soñaba con ser profesionista y ayudar a las personas que necesitaban sanar, era su mayor satisfacción, cuenta su madre.

El día que desapareció se encontraba con otro amigo; al parecer, en el lugar y momento equivocados.

Por Ignacio Carvajal

Ciudad de México, 7 de agosto (SinEmbargo/Blog Expediente).- Arturo Figueroa Bonastre estaba a nada de terminar sus estudios en Enfermería cuando fue víctima desaparición forzada en diciembre de 2012 en la colonia El Modelo, de Cardel, Veracruz.

Todo indica que elementos de la Policía Estatal, dependiente de Marcos Conde y de Arturo Bermúdez, en ese entonces, implementaron un operativo para apoyar a delincuentes que se lo llevaron a él y a otros siete chicos.

Basilia Bonastre Contreras, su madre, e integrante Solecito, en una carta enviada a este reportero, lo recuerda como como un joven alegre, con «aspiraciones, metas que cumplir, sencillo, tranquilo, amoroso, respetuoso, trabajador y deportista».

Habitualmente, después de la escuela, cuando «tenía tiempo, por lo regular eran los sábado en la tarde o los domingos, se ponía a jugar fútbol, ya que en la calle está una cancha que le llaman Los Tamarindos, donde jugaban la cascarita y se divertían sanamente» con otros chicos de la colonia».

«No le gustaba salir a bailar ni los antros, es un joven carismático y hogareño. A su corta edad ya tenía muy bien trazado que haría a nivel profesional, ama ayudar a los demás, es por eso que decidió estudiar la carrera de Enfermería, cursaba el 5to. Semestre de Enfermería en el (CETCS) Centro de Estudios Tecnológico en Ciencias de la Salud, en el puerto jarocho, a unos 25 kilómetros de su residencia.

Recuerda su mamá que diariamente, cuando estudiaba, su día iniciaba a las cinco de la mañana, para prepararse a ir a la escuela.

Como debía viajar, salía a las 6 am de lunes a viernes para trasladarse al puerto jarocho, entraba a clases de 7:00 am a 13:00 pm, después de salir tenía un receso de 1 o dos horas y de ahí se trasladaba a algunos de los hospitales donde le tocaba hacer su servicio, de los que salía a las 7:30 PM. Llegaba a Cardel cerca de las 9:00 PM, pasaba a casa de su novia, de ahí a su hogar.

«Cada que llegaba de realizar su servicio de prácticas al Hospital de Tarimoya, me platicaba con tanto amor lo que hacía, por lo regular le tocaba en quirófano y me mostraba fotos de algunas actividades que realizaba, se le notaba su cara con tanto amor y satisfacción de poder ayudar» cuenta su mamá.

«Él se Graduaría como Técnico Profesional en Enfermería, Como le gustaba mucho estar en quirófano, un día llegó diciéndome que él quería especializarse en instrumentación. Y yo le dije con mucho amor, que si eso era lo que quería, que su hermana y yo lo apoyaríamos».

Sin embargo, llegó el día trágico, primero de diciembre del 2012. «Como todas las mañanas antes de irse a la escuela me habló para decirme que ya se iba, me dio un beso y le di su bendición».

REMEMORA BASILIA: 

«Después de hacer su rutina normal de escuela y prácticas, llegó como de costumbre a las 9:00 a la casa, se bañó y se estaba arreglando cuando su hermana le ofreció de cenar y él le contestó que no tenía hambre. Salió como eso de las 10:00 pm a buscar a su amigo, Miguel Ángel Sandoval Cervantes, que también cursaba el 5 semestre de enfermería; él vive mero enfrente de nuestro domicilio en la Colonia el Modelo, y se fueron con otro amigo, la canchita.

«Llegué a casa como a eso de las 10:30 pm y le pregunté a su hermana por Arturo, y me dijo que había ido casa de Miguel Ángel, por lo que le mandé mensaje preguntándole donde estaba y me contestó que en casa de Josué y me dijo que estaría un rato y se regresarían, normalmente estaban en nuestra casa, en la de Miguel o en la de Josué, por lo que lo dejé un rato más. Como eso de las 11:20 le marqué y me contestó que ya casi se iban, a las 11:30 me manda un mensaje diciéndome que venía de regreso. Y ya no le contesté esperando verlo enseguida.

«Cursaba los sábados la Carrera de Licenciada en Administración, y como ya estaba por concluir estaba haciendo un último trabajo que presentaría al día siguiente, de momento se me fue el tiempo cuando a las 12:30 me tocan a la ventana, era la Abuelita de Miguel diciéndome que le mandaron mensaje a otro de sus nietos diciéndole que se habían llevado unas patrullas a Arturo y a Miguel, y ahí fue donde empezó nuestro calvario.

«De momento no sabíamos que se habían llevado a más porque sólo nos dijeron que a ellos dos. Y empezamos a buscarlos por las calles de la colonia y nada y nos fuimos a las comandancias de policías que se encontraban en Cardel, y de momento no se nos hizo raro que no había elementos en ninguna de las bases. Nos fuimos con un retén de marinos que se encontraba en la caseta de La Antigua, sólo había un elemento, le pedimos su ayuda y sólo se limitó a darnos un número de emergencias en el cual nos pasamos todo la noche marcando sin respuesta. En el camino de regreso a casa nos topamos con Patrullas de Policías Federales (el mentado Operativo Guadalupe Reyes).

«Llegando de nuevo a nuestro domicilio empezamos a preguntar si los demás muchachos que vivían por la colonia se encontraban y cuál fue la sorpresa de los padres de 2 de ellos se percataron que sus hijos no estaban y empezaron a buscarlos. En frente del hogar de uno de ellos había dos coches y dos motos.

«Cuando amaneció empezaron a indagar a quienes pertenecían y resulto que eran de otros 6 jóvenes más que se habían llevado esa noche, habiendo un total de 8 desaparecidos en la colonia.

Datos oficiales aportados recientemente por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNHD), indican que en diez años en Veracruz hay mil 315 personas desaparecidas del sexo masculino, más 616 del sexo femenino. De esos desaparecidos, 300 son niñas y 158 niños.

Hasta antes de escribir esta carta, para describir la vida de Arturo Figueroa, su madre aspiraba verla de vuelta. «Que mi hijo pueda seguir con sus planes en la Vida, que se reciba como profesionista, que trabaje, que se case y que tenga hijos, como cualquier persona. Quiero a mi pequeña Familia conmigo». Como ha pasado con docenas de víctimas en Veracruz, el sueño no se logró.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE Blog Expediente. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción. 

Redacción/SinEmbargo
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